El partido arrancó con una alta carga emocional y mucho nervio, que se reflejó en que durante el primer minuto y medio de juego cada equipo ya había perdido dos pelotas.
El partido duro que se esperaba fue más complicado de lo que se preveía porque Puerto Rico propuso una defensa muy agresiva que presionó en todo momento, impidió la fluidez ofensiva local y obligó a Argentina a tirar de afuera.
Recién a a 4 minutos 25 segundos para el final del cuarto inicial, el equipo de Julio Lamas pasó al frente en el marcador con un triple de un eufórico Ginóbili, que festejó agitando los brazos para levantar al público.
Un leve repunte local permitió redondear un resultado que al final del primer cuarto fue 21-18 para la "Albiceleste". Igual, se veía que la noche era difícil.
El segundo cuarto siguió siendo complicado y tuvo el agravante de la decisiva influencia de Carlos Arroyo: el boricua de los Boston Celtics manejó todos los ataques y también los definió, con una alta efectividad; a eso le agregó lucidez para saber cuándo debía hacer jugar a sus compañeros y hasta ahí era, por lejos, la figura del partido.
Sobre la chicharra, el equipo de Lamas logró achicar los seis puntos de diferencia que llegó a sacar Puerto Rico y se fue al descanso del mediotiempo a apenas dos puntos de distancia del ganador parcial: 36-34.
Luego del descanso, Argentina salió renovada y con un Luis Scola en todo su esplendor se llevó por delante a Puerto Rico; de movida, "Luifa" puso el 36 iguales y llegó a los 1506 puntos personales, con los que igualó a Juan Espil. Y, obvio, luego lo superó para convertirse en el máximo goleador de la historia de la selección.
Con el aporte de Scola, la efectividad de Ginóbili, varios tapones y una tremenda presión defensiva, Argentina dio vuelta el marcador de manera espectacular hasta ponerse 52-41 arriba. El desconcierto boricua era enorme y sus jugadores empezaron a perder pelotas de manera incesante.
El cambio de rumbo del partido descolocó a la visita, que empezó a abusar del individualismo (principalmente José Barea) y se frustró. En ese sentido fue importante el trabajo sucio de Oberto, cuya labor no luce pero suma muchisimo, y permitió que sus compañeros tuvieran más espacios para hacer la diferencia. Así se llegó al último cuarto con un resultado de 62-50 para Argentina.