Papá, ¿Por qué somos del Madrid de basket?
Papá, ¿Por qué somos del Madrid de basket?
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Antonio tiene 19 años y juega al baloncesto en un equipo de barrio. Cuando el Madrid ganó su última Final Four, el 13 de abril de 1995, era demasiado pequeño para acordarse de algo. Su padre se ha encargado de ponerle vídeos sobre aquella final con el Olympiakos, así que tiene en mente que Sabonis era la caña, que Santos era un defensor implacable, que Biriukov tiraba raro pero las enchufaba y que Joe Arlauckas tenía una potencia de salto descomunal.
Antonio estaba ayer inquieto. Por la mañana, en la facultad, apenas podía concentrarse. Se saltó un par de clases para compartir nerviosismo junto a un buen puñado de colegas que como él, tenían la mente puesta en el partido ante el Power Electronics Valencia. 20.45, Caja Mágica, a cuarenta minutos de la gloria. La victoria valía por un viaje a Barcelona, a la conquista de la novena Copa de Europa. Soñaba con que alguna vez ese día llegaría. Y ahora parecía tan cerca...que no podía dejar de pensarlo.
Atrás quedaron muchas decepciones y también alguna alegría aislada. Decepciones como con el triple de Yildirim en Vistalegre, que dejó al equipo de Joan Plaza fuera de la Final Four en el último instante. O las decepciones en cada una de las palizas sufridas ante el Regal Barça, como en la Copa del Rey en Bilbao del año pasado, que vio sumido en un mar de lágrimas delante de la tele.
Sí. De acuerdo. El triple de Herreros, también en Vitoria, fue un orgasmo basketero inolvidable. Como cuando Sasha Djorjevic festejó la liga conseguida en el Palau. Y la Copa ULEB no estuvo mal: pero en la balanza, las decepciones fueron mucho más numerosas que las alegrías. Quizás por eso, se sentía identificado con los seguidores del Atlético de Madrid, con los que, en el fondo y en secreto, congeniaba más que con los del Real de fútbol.
Y no solo era por lo deportivo. Influido por los comentarios de su padre, Antonio se daba cuenta de que la sección de baloncesto era la hermanita pobre del club. Sentía envidia insana del Barça, con todas esas secciones siempre luchando por ser campeones de Liga y Europa.
La prueba definitiva la había constatado Martín Tello - un periodista de los de antes, asegura mi padre- que en una columna publicada en "Basketconfidencial", acababa de una maldita vez con el engaño permanente de una frase absurda:
• la sección de baloncesto es deficitaria
- ¡Ja!. ¡Sí, sí... deficitaria!, pero...
-¿Dónde están los millones que el Real Madrid se embolsó por la zona donde estaba el pabellón blanco en la antigua Ciudad Deportiva?.
Que yo sepa - pensaba en voz alta- en el mismo sitio donde mi padre cuenta que Williams y Perry se lanzaron gradas arriba para pegar a un aficionado blanco que había tirado una moneda en un Real Madrid - Maccabi del Torneo de Navidad, ahora se erige, desafiante, una de las cuatro torres que ahora dominan el cielo de Madrid.
-¿No se iba a construir en ese mismo lugar un Arena al estilo americano, una casa para el basket como Dios manda?. Al final, ni allí, ni en Valdedebas. Sin casa propia.
¿Por qué tenemos que estar peregrinando de casa en casa cada año, como ahora que los tenistas, con todo derecho, se adueñarán de la Caja Mágica para el Master Series de Madrid?
-¿En qué diablos se ha gastado ese dinero que "pertenece" al baloncesto?. ¿De cuánto dinero estamos hablando? ¿A quién podríamos haber fichado con esa lluvia de millones?. ¿A cuantos presupuestos equivaldrían esos ingresos?
- Y finalmente, ¿Por qué nadie habla de estas cosas ni en las asambleas ni en las elecciones?
Preguntas y más preguntas. Recuerdos y más recuerdos. Recortes de periódico donde su padre le mostraba las fotos del día que murió Fernando Martín; el documental de Drazen Petrovic y Vlado Divac de Canal +; el "Gigantes" con el reportaje del enorme Stanley Roberts; sensaciones de antaño que, sin embargo, le eran muy cercanas.
Como cercano queda aún el día de la última Supercopa de España, cuando sus padres, aprovechando que la tía Rosa, una hermana de su madre, vive en Vitoria, enviaron a Antonio a pasar unos días y pudo asistir en directo a los partidos. Otra paliza del Barça. Fue demasiado para su moral, así que, nada más llegar a casa apenas sacó fuerzas para, con un hilillo de voz, preguntarle a su padre:
-"Papá, ¿Por qué somos del Real Madrid de baloncesto?
Esa pregunta, tan recurrente en casos deportivos, le venía persiguiendo hasta ayer, sobre todo porque su padre tampoco pudo ser demasiado convincente en su respuesta. Que sí, que Los Ojos del Tigre, que el espíritu de Fernando Martín, el equipo más laureado de Europa, pero qué coño, Antonio no había vivido ninguna de esas historias.
Volviendo de la facultad, Antonio llamó por teléfono a su madre, siempre atenta a mil y una cosas, para preguntarle por su camiseta blanca. En el Facebook se ha montado una quedada blanca, para contrarrestar la naranja organizada en Valencia por los seguidores del Power. Puede estar bien y hoy por fin se llenará la Caja Mágica. ¡Si hasta Florentino Pérez hará su debut!. En la universidad, sus amigos bromeaban sobre si el chófer del presi sería capaz de encontrar el recinto.
El cosquilleo infinito termina solo cuando empieza el partido.
- "40 minutos. Estoy a 40 minutos de vivir mi primera Final Four. "
El resto ya lo conocéis. El Real Madrid ganó merecidamente a un enorme Power Electronics Valencia. Ganó por un par de detalles, porque fue muy superior en el rebote y porque fue capaz de administrar la renta con que llegó al último cuarto con inteligencia. Pero más allá de la victoria, y de la primera presencia blanca en la Final Four desde 1996, Antonio comprendió, imbuido en un ambiente que ni siquiera su padre recuerda, que el baloncesto es muy grande y que, por fin, podrá disfrutar como aficionado de una final europea en alta definición.
- "Lástima no tener una tía en Barna", pensaba en el coche de regreso a casa, enterrando traumas y preguntas pasadas.
//es.eurosport.yahoo.com/baloncesto/dobles-figuras/article/2259/