El primer Mundial de baloncesto de España: Argentina, un Padrenuestro y once pioneros

2019-09-14

 

El primer Mundial de baloncesto de España: Argentina, un Padrenuestro y once pioneros

DEPORTE VINTAGE Argentina 1950 significó el relanzamiento del deporte tras años de oscuridad

La seleccion española de baloncesto que jugó ante Francia en 1949
La seleccion española de baloncesto que jugó ante Francia en 1949 AlfredoArchivo MARCA
 

España va a disputar la final de un nuevo mundial de baloncesto, y con Argentina como rival. La ausencia de ya prácticamente todos los grandes nombres de la mejor época en cuanto a resultados de nuestra selección designaba a este Mundial de China como el inicio de una nueva etapa en la que al menos -y no es poco- se cuenta con sólidas bases para el relevo como ha quedado demostrado sobre la piseta. Por ello, vamos rendir homenaje a un tiempo en el que no había nada: La primera participación mundialista española, en Argentina 1950.

Antes de la Guerra Civil España fue subcampeona de Europa, sí -en Letonia, el país vencedor, han hecho hasta películas de ello- pero como en tantas cosas, tras la misma se rompió la continuidad histórica. Desde 1939, España jugó seis partidos en diez años. La II Guerra Mundial primero, el bloqueo internacional después, y la falta de fondos siempre, hacían difícil que el baloncesto nacional pudiera calibrarse internacionalmente y por tanto ganar calidad.

 

Pero al final las cosas comenzaron a moverse un poco. Dentro del modelo franquista de reparto de cargos entre las 'familias' del régimen, a la Falange le había correspondido la organización deportiva, pero muchos resortes se habían puesto en manos de los militares. Algunos fueron más bien pintorescos. Otros, eficaces. A este grupo perteneció el general Querejeta, presidente de la Federación Española de Baloncesto. Uno de sus aciertos fue poner a su lado a dos jóvenes: Anselmo López y Raimundo Saporta que a los 22 años (1948) ya era vicepresidente

Película letona sobre el Europeo de 1934. 'Sale' la selección española. al final

A favor de que la selección española retomara su andadura se conjuraron varias circunstancias. Una de ellas fue que dos estudiantes portorriqueños,Freddy Borrás y Willo Galíndez, vinieran a España a estudiar medicina, que jugaran al baloncesto y que, por supuesto, su formación en el deporte fuera mucho más avanzada y completa que lo que podía conseguirse por aquí. Hasta entonces, el dominicano Gámez había cumplido en la selección española el papel que muchos años después desempeñaron jugadores como Luyk y Brabender, o De la Cruz y el llorado Sibilio y en cada club el 'americano' de turno. Borrás, por ejemplo, fue el primer jugador a quien se vio en España tirar en suspensión.

Raimundo Saporta rápidamente los integró en la selección, atendiendo a los convenios de doble nacionalidad vigentes. Con ellos, España fue a jugar ante Francia y al subcampeón olímpico de 1948 le costó ganar a los voluntariosos Kucharski, Dalmau, Ferrando y demás, reforzados por los tres caribeños (43-40 en el Velódromo de Invierno parisino en 1949. El mismo recinto en el que fueron concentrados los judíos de París antes de ser 'evacuados al Este' por el III Reich).

Este partido fue uno de los argumentos que se presentaron al general Querejeta para que se intentara participar en el I Campeonato del Mundo, que iba a tener lugar en Argentina en 1950. Otros eran de índole diplomática. En 1950, el general Juan Domingo Perón se esforzaba en proclamar a Argentina como país del primer mundo. Al igual que Franco, lideraba un régimen de 'democracia adaptada', digamos, y en relación a España, habia paliado el hambre de nuestros padres y abuelos con la generosísima ayuda alimentaria que Evita había traído en 1947. España estaba moralmente obligada a apoyar a Perón en sus iniciativas, y el Mundial era una de ellas.

El problema era que la aventura mundialista suponía tirar la casa por la ventana, dado que había que ganar la plaza en un Premundial. Pero se fue a ello. Al efecto se contrató incluso un entrenador extranjero para apoyar al seleccionador, Anselmo López. El elegido fue Michael Rutzgis, estadounidense de origen lituano, afincado en Mónaco, y al que la intrahistoria atribuye también cierta afición a la botella. Rutzgis aportó novedades como los bloqueos y la profundización en las defensas zonales.

Y se fue a Niza. Pese a ser un Premundial, el torneo se jugó sobre cemento y al aire libre en la plaza Charles de Gaulle. Y con el clima propio del 3 al 8 de enero. Iban a jugarse cinco partidos en seis días. Tantos como en los últimos nueve años.

Esa empresa la acometieron Txomin Bárcenas, pionero tanto del baloncesto como del balonmano, Borrás y Galíndez, Pedro Carreras, Joan Dalmau, Joan Ferrando, Julio José Gámez, José Antonio Garrido, Alejandro González, Arturo Imedio, Eduardo Kucharski, Ángel Lozano, Manuel Martín, Andrés Oller y Juan José Vias. Y se dejaron la piel para ganar a Finlandia 53-26, a Austria 76-18 y tras perder ante Italia 35-41, jugar un encuentro ante Bélgica que valía el pase mundialista.

En ese partido se llegó a los segundos finales con 38-37. Bárcenas comete falta. Los belgas sólo anotan un tiro libre y se va a la prórroga. En ella, de nuevo final de infarto: a falta de 15 segundos 44-43 para Bélgica. España roba el balón y Rutzgis pide tiempo.

La explicación de lo que pasó entonces difiere un poco según si las fuentes fueron inmediatas o basadas en los recuerdos de los protagonistas, como la sin par historia de la selección española del histórico periodista Justo Conde. Uniéndolas, encontramos que en el tiempo muerto, con todo el equipo en círculo, se rezó un Padrenuestro.

Se puso el balón el juego, roban los belgas, tiran y fallan. Borrás recoge el rebote, el balón va a Gámez que pasa en carrera a Ferrando y este, con el crono a cero, lanza un gancho que entra tras rebotar en el tablero. Si se debió la canasta salvadora a razones materiales o ayuda sobrenatural, júzguelo cada cual.

Misión cumplida: se estaba en Argentina con unas sensaciones excelentes, incrementadas por un aplastante 46-31 que se endosó a Francia, recordemos que plata olímpica, tras el Premundial. Pero aquel triunfo acabó siendo nefasto: Los franceses impugnaron la alineación de Borrás y Galíndez, alegando que una cosa serían las leyes de nacionalidad españolas, y otras las deportivas, y que si aquello se repetía en encuentro oficial, pedirían sanción.

Así que, prefigurando lo que pasaría en el fútbol con el 'caso Kubala' cuatro años después, se alegaron problemas de exámenes de Borrás y Galíndez y no estuvieron -en octubre- en el Luna Park bonaerense. El resto de elegidos (Imedio, Jaume Bassó, Oller, Dalmau, Gámez, Kucharski, Ángel González Adrio, Ángel Lozano, Bárcenas, Ferrando e Ignacio Pinedo) se concentraron en la Academia de Infantería de Toledo, bajo la dirección de Anselmo López, Michael Rutzgis, el comandante Gastesi y el capitán Riveiro, entrenando en sesiones dobles.

Y de allí, a Buenos Aires, en un vuelo de 13 horas, junto a la selección francesa y el propio presidente de la FIBA, el inefable William Jones, con el que pese a que pasó varios días en Madrid, alabando el coñac con sifón y a la mujer española, no se pudo avanzar gran cosa en relación a Borrás y Galíndez.

Borrás y Galíndez (Revista Nuevo Basket)

En Argentina, las 'aventuras' continuaron. No porque no fuera un mundial impecablemente organizado. Hubo novedades como los tableros transparentes y con los visitantes, a los que además se subvencionó, la atención fue exquisita. Pero, por ejemplo, se agregaron a la selección dos incorporaciones inesperadas. Una de ellas, valiosa: Álvaro Salvadores, chileno, hijo de españoles, que al no ser seleccionado por Chile se ofreció por carta directamente al general Querejeta. que ordenó que fuera incluido en la selección.

La segunda, pintoresca: un emigrante español que se ofreció al equipo como chico para todo y se pegó a él hasta tal punto que aparecía hasta en las fotos oficiales. Pero padecía un fuerte estrabismo y aunque en la selección el ambiente era universitario, no estaba completamente libre de los prejuicios de la época sobre el gafe que presuntamente acarreaban estas gentes. Rutzgis era el más temeroso y lo llamaba, según recuerda Justo Conde, "el hombre qui (sic) mira con un solo ojo". Al pobre hombre lo echaron del equipo tras perderse el primer partido, ante Egipto (56-57) que era, ojo, campeón de Europa.

El torneo no fue muy bien. La derrota ante Egipto lastró al equipo y luego se perdió sucesivamente con Chile (40-52), Perú (37-43) y Ecuador (50-54), ganandose a Yugoslavia por incomparecencia (2-0) al negarse estos a jugar por razones políticas, si bien el partido era ya por eludir el último puesto. Ganó Argentina, superando en la final a Estados Unidos (65-50).

La selección española en Buenos Aires (Foto FEB)

España se quedó unos días más en Argentina. Ganó allí varios amistosos y a la vuelta arreciaron las críticas contra Rutzgis, que abandonó su puesto. Álvaro Salvadores sí fue designado como uno de los mejores jugadores del torneo, pero no volvió a jugar con España y en los Juegos Olímpicos de 1952 participó con Chile. Llegó a embajador del país andino en Colombia.

Tras el Mundial, Borrás y Galíndez volvieron a la selección, en la que formaron hasta mediados de los años 50. Buena parte de los integrantes de aquella selección fueron importantes -basta ver los nombres- en el desarrollo del deporte español y, en fin, abrieron el camino para los éxitos que acabarían llegando porque el baloncesto, a diferencia de otras modalidades, siempre fue un deporte ilusionante.

Fuente:Diario Marca