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Nunca nadie (en 156 ocasiones) ha remontado un 3-0 en los Playoffs de la NBA. Y parece imposible, quizá lo sea. Pero los Dallas Mavericks sacaron su juego y orgullo para alargar la final de la NBA (3-1). Con una paliza durísima, 122-84, a unos Boston Celtics que pasaron del saber que era su noche de coronación a estar irreconocibles. Un Luka Doncic maravilloso les pasó por encima (29 puntos, 5 rebotes, 5 asistencias y tres robos en solo tres cuartos) y, por fin, sus compañeros acompañaron.
Solo hubo un equipo en pista desde el 8-9 de las primeras posesiones. Ese es el mejor resumen, de unos Celtics impropios. Con 35 puntos en el primer tiempo, su peor desde que les dirige Mazzulla. Y una diferencia de 38 puntos, merecida por la triste actuación de sus mejores jugadores. Los 10 de Brown o 15 de Tatum son el ejemplo. Todavía quedaban tres minutos del tercer cuarto cuando renunciaron y los suplentes pisaron pista.
Dallas y Doncic salen brillantes
Dallas repitió una perfecta salida al partido, pero en esta ocasión sin un despertar de los Celtics (34-21, 12'). Luka Doncic puso la directa, con 13 puntos en el primer cuarto, para abrir margen hacia dentro y hacer picar a la defensa de Boston. También se sumaron Irving y una fulgurante aparición de Lively, incluyendo un triple, para meter en líos a unos Celtics en los que solo respondía Tatum en el amanecer del cuarto encuentro. La aparición del gigante había reventado todo y Luka, excelso, estaba mejor que nunca.
Poco más se vería de los Celtics. Perdían balones, fallaban de todo Brown y White, Tatum se quedaba sin opciones. Y Dallas aceleraba con todo. Si entraba Exum, Exum respondía. Si le tocaba a Doncic, la locura llegaba. Equilibrismo con 2+1, suspensiones y una primera parte sin comparación. De 25 puntos. Incomensurable.
Doncic y los demás. Porque a diferencia de los tres primeros partidos, todos aportaban. Y Boston caía en el fallo. 5/19 desde el triple al descanso y un triste 30-12 en el rebote que deparaba su peor primera mitad con Joe Mazzulla como entrenador. 61-35, increíble.
Los Mavs, con todo
El trabajo coral de Dallas no cambió. Y en la segunda parte repitió la misma fórmula. Correr, ser agresivos y machacar en pintura. Así apareció, por primera vez dominante en la final, Daniel Gafford. Con otra delicatessen de Doncic sumada, Dallas seguía arrasando en el cuarto encuentro (75-42, 31'). E Irving, algo menos participativo que en el anterior pero sí muy agresivo, se imponía hacia dentro.
Nada, de nada, quedaba en los Celtics del cuarto similar a los del 3-0. Tanto que otra racha maravillosa, liderada por Kyrie Irving, con dos canastas tremendas, y Dereck Lively, por encima del aro, reventaba un breve intento de reacción de Holiday y deparaba lo imposible. Con 88-52 Mazzulla sacaba suplentes. Y más de tres minutos para el último cuarto.
Doncic, por si fuese poco, todavía les dio un último golpe con otro de sus tiros clásicos por fundamentos. Después se sentó. El partido perfecto, por fin. El que necesitaban para que su candidatura a un milagro se asentase. Y sin necesidad de forzar la máquina, en una fiesta total y absoluta de los Mavs.
Que finalizó en un cuarto de fiesta. Participó hasta Tim Hardaway Jr., con tres triples seguidos y cinco totales, y la diferencia se estableció en el 122-84 total. La tercera mayor paliza en una final. Un repaso para devolver la serie al TD Garden con un golpe en la mesa. Todavía hay final y Luka Doncic y sus Dallas Mavericks se aferran al milagro.