La importancia de Bosh para el anillo

La importancia de Bosh para el anillo

La confesión al preparador Bill Foran en la mañana siguiente a la victoria en New Jersey —"Fatiga, no puedo, es en las piernas"— urgió uno de esos apaños que nutren diariamente las listas de inactivos: Strained left hamstring. Y asíChris Bosh fue apartado del equipo en los últimos seis partidos del año.

A mitad de vacío LeBron James informaba que la plantilla estaba ya en modo postemporada, eso sí, de puertas hacia dentro. Era una magnífica explicación de lo que estaba ocurriendo: en la última semana y media el núcleo del equipo entrenaba para la primera ronda mientras tocaba despachar la Regular con la segunda y hasta tercera unidad. Entretanto la derrota en Chicago sellaba el mismo escenario de la pasada campaña en el Este resolviendo Spoelstra en pocas horas eludir la batalla por el registro con Oklahoma para conquistar el factor pista en unas hipotéticas Finales.

En vísperas del último partido y preguntado por su pierna izquierda Bosh exclamaba: "Oh, fantástica". Por lo que mientras asistíamos un gris final de los vigentes subcampeones su técnico obraba con arreglo a disponer la mejor salida posible en la carrera por el título. De otro modo, admitir una enorme seguridad en rediseñarse para la cuesta de mayo.

A espaldas del gran público todo el fuero interno de Miami Heat ha girado en torno a Chris Bosh. Y cabe explicar por qué.

Cuando a mitad de enero Erik Spoelstra aseguraba que Bosh era el "jugador más importante del equipo" el joven técnico de Miami circundaba el sentido literal de la frase de tres maneras: una, creyéndolo en parte; dos, asumiendo que la temperatura de los Heat dependía en altísimo grado de su principal interior, y tres, motivando públicamente al jugador de mentalidad más delicada del vestuario. No importa el orden en términos de jerarquía. Importan las tres a la vez y a nadie a mayor altura que al cuerpo técnico.

Las dudas sembradas por Miami en el primer tercio de la temporada pasada sufrieron en la presente una cruda renovación en las semanas posteriores al All Star Game. Coincidía además la crisis con 17 victorias consecutivas en casa, como si a pesar de ellas no fuera suficiente.

Esta aparente incertidumbre durante un crucial tramo de Regular ha sido, en rigor, mucho más grave que lo sucedido el año pasado cuando la carga de responsabilidad sobre un proyecto naciente y la hipervigilancia pública sobredimensionaron un fenómeno resumido en el 9-8 de finales de noviembre. Lo demás no fue coser y cantar. Pero el equipo fue rodando por la frenética Regular hasta alcanzar su apogeo en mayo y plantarse con rotundidad (12-3) en las Finales de la NBA. En el seno del equipo hay mucha convicción en repetir el mismo camino.

Antes de la victoria en el Madison los Heat acumularon un inquietante 2-8 a domicilio donde la más rápida lectura indicaba que los de Spoelstra no podían superar a equipos de registro positivo fuera de casa.

En mitad de esta repentina crisis Chris Bosh volvía a estar en el punto de mira por su espectral rendimiento en pista. Innumerables rincones de análisis coincidían en señalar dónde enfermaba el equipo. Bosh tocaba fondo acumulando sus dos peores meses reboteadores desde que fuera novato contribuyendo como nadie al derrumbe de Miami en la batalla NBA por las capturas.

Preguntado entonces por su hundimiento Bosh no tenía reparos en hacer penitencia: "Sí, tengo que dejar de pensar en ello y agarrar el balón". 22 partidos sin dobles dígitos en puntos y rebotes era demasiado tiempo como así ratificaba un Spoelstra menos suave esta vez. "No se trata de palabras. Se trata de rebotear. Punto". En la derrota en Chicago Bosh capturó 3 rebotes en una noche aciaga de tiro (un 3/15 que remitía a su 1/18 en el United); en Indiana sumó dos a su 4 de 11, el doble de canastas que en la derrota en Boston (2/11); 4 rebotes a Memphis, 6 en Philly y otros 6 ante Oklahoma. Finalmente sus 13 puntos a unos Celtics aplastantes bastaron para acrecentar las dudas.

Las cifras de Bosh no pueden ser medidas de manera individual. Su responsabilidad y papel en el equipo incidieron directamente en que desde el 14 de febrero Miami fue incapaz de superar en el rebote a domicilio a ningún equipo con registro positivo.

De cuantas reacciones provocó este hundimiento con Bosh por bandera destacaba la de Frank Zicarelli en el Toronto Sun, ese paginado que nunca elude ocasión de recoger flores para el que fuese su jugador franquicia. Calificaba el cronista esa versión de Bosh como neutral y aséptica, incapaz de ritmo y sobre todo de causar algún impacto cuando las cosas vienen mal dadas. Resumía así el común de críticas como el principal problema de un jugador en permanente riesgo de disolución.

Por eso Spoelstra mantiene con él una relación próxima al niño difícil. Porque teme su estado como a ningún otro miembro del equipo. El técnico no miente cuando afirma el valor de Bosh en la plantilla. Bosh aparece con facilidad en cada victoria y hace todo lo contrario en la derrota, siendo más invisible cuanto mayor la entidad del verdugo. La noche frente a los Celtics Garnett se dio el lujo de rejuvenecer diez años, igual que poco antes en Oklahoma —donde Durant le acusó de ser un "duro de broma"—, Ibaka y Perkins sacaron las vergüenzas al juego interior de Miami y a Bosh en particular.

De manera que cuando Spoelstra tuvo que aclarar por qué estimaba a Bosh el valor más importante de su equipo se vio obligado a extenderse en términos tácticos: el mejor poste de circulación, habilísimo al pick'n roll, el eje sobre el que girar su diseño ofensivo, la coartada para forzar lados débiles, etc. A nadie escapó que el técnico apenas incidiera en el aspecto defensivo, el mantra del proyecto en Florida donde Bosh se camuflaba también para riesgo de todos.

Riley reunió entonces al cuerpo técnico urgiendo más que una solución, un paliativo. Con el fracaso de Curry y la marginalidad de Pittman el equipo se vio en la necesidad de rescatar del mercado a Ronny Turiaf —y su crónica dolencia en las rodillas— para unirlo a Udonis Haslem y Joel Anthony, concentrarles masivamente en el trabajo sucio y liberar a Bosh hacia su preferida versión satén que tanta irritación despierta.

Esa versión menor de Chris Bosh se explica por sí sola. El aparente lujo de Florida actuó en él como una tentación, matando al interior de Toronto y dejando al pívot que fajaba recibir en la pintura como una reliquia del pasado. Pese a dominar con Boozer el mid-range de interiores en toda la liga su interpretación del ataque se ha viciado al mismo tiempo de lanzamiento indolente, como ajeno al discurrir táctico y a medio camino de creación. Al extremo de renunciar a la finta y penetración. Como si fuera preciso aceptar su realidad perezosa.

Siendo el papel defensivo de Bosh de suma importancia lo ha reducido a ocasionales destellos. Su consistencia sin nada grave en juego ha eludido toda fiabilidad. Bosh no es un muro regular y hasta diríase que nada ha distado más de ser este año que un muro, lo que el frontcourt rival aprovechó hasta la mofa. Porque con el tiempo Bosh se ha vuelto jugador a salvo de temperamento que traducir, más allá de esporádicos gritos, en producción de respuesta, en reacción de primera línea, en una regularidad que disipara el tonelaje de dudas que se ha empeñado en generar.

Llegados a este punto vale preguntarse hasta qué límites de indulgencia cabe llegar con la actual versión de Chris Bosh, especialmente en su segundo capítulo en Florida. Si fue este grado de jugador el verdadero motivo de su adquisición el verano de 2010. Si Miami puede permitirse el lujo de seguir creyendo en una figura de similar cotización a James y Wade para una producción tan etérea. Dicho de otro modo: ¿Es este Bosh el que Riley quería? ¿El hombre al que Skolnick urgía a "producir algún día"?

Que esta inconsistencia sea o no admisible en términos de estrella es discusión que retrasar. Porque Bosh tiene ahora la oportunidad de resarcir una Regular de olvido, rescatar su versión de la pasada postemporada aun en mejores términos y recuperar igual factor de contagio en el necesario y obligado trayecto a las Finales.

La candidatura de Miami al anillo sigue intacta. Pero creerlo no evita poner sobre la mesa dónde flaqueó más el núcleo central en la presente campaña. La defensa y juego interior han hecho aguas con sospechosa frecuencia mientras toda la rotación no estelar ha estado, en conjunto, a la altura de equipo de lotería. Solo una premisa es segura: con el arranque de los playoffs el equipo de Miami regresa a la trinchera desde la que destrozar todo ataque rival. Porque los principios son más que nunca los mismos.

Del papel de Bosh en las siguientes semanas depende, por orden de importancia, el título de Miami y la incómoda posibilidad prematura de romper el Big 3 por su lado más frágil.

Gonzalo Vázquez

Fuente:

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